El capitalismo es lo que tiene: cuando las cosas van bien, el beneficio que generan los trabajadores y clientes de una empresa se lo apropian sus accionistas y ejecutivos. Y cuando las cosas van mal -como ahora-, consiguen que sólo vayan mal para los trabajadores, que son despedidos o regulados o congelados o alienados sus derechos, y que el resto de los contribuyentes aportemos graciosamente los fondos o garantías o liquidez necesarios para que la empresa, el banco o la multinacional del automóvil de turno, no cierre. La excusa es que son empresas o sectores estratégicos, y una caída, de un banco, por ejemplo, podría producir daños en cadena a todo el sistema productivo-empresarial.
Y una mierda.
El viejo truco de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas ya no cuela. Y cuando un ejecutivo de un banco que -en una parte, al menos- fue público, que ha acudido a recibir las ayudas que hemos sufragado con fondos públicos, dice que al prejubilarse va a pillar un cacho indecente, no podemos callarnos. Más de tres millonacos de leuros al año y más de cincuenta en total para el prejubilata Goirigolzarri. Lo que viene siendo 250.000€ al mes, o sea, que se calza él solito, con esa carita de empanao, lo que cobran 500 jubilados juntos.
Luego, estos mismos indecentes desvergonzados que se autoasignan la pensión de medio millar de personas para ellos solos, nos dirán que hay que reducir el gasto fiscal, bajar las pensiones mínimas no contributivas, reducir el paro y abaratar el despido.
Capitalismo salvaje en estado puro. Lo raro es que, en respuesta, no haya miles de personas en la calle quemando sucursales del BBVA.
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